El camino a seguir
Tras la partida del profesor Dumbledore, los moradores del número 33 de GreatWall comienzan su rutinaria inspección de los encantamientos protectores, de ello se encargan Lupin y Nuria, esforzándose por repasar cada uno al menos dos veces; cualquier error podría ser fatal. Miller y Edu realizan a su vez dos encantamientos de repulsión en las chimeneas de la casa de tal modo que si alguien que no ha sido invitado a entrar en ella quisiera utilizar la red Flu para acceder a la morada sería desviado a otra chimenea.
-¿Cual crees que podría ser un destino poco agradable para visitas no deseadas? - le pregunta Miller a su compañero
-Tengo en mente una vieja fábrica abandonada cerca de Lancashire, creo que lo encontrarán sumamente desalentador- responde este con una sonrisa en los labios.
Puestos ambos manos a la obra los dos muchachos recorren las tres chimeneas de la casa, la del salón, la de la biblioteca y la de la cocina. Ahora todas estaban desviadas a la vieja fábrica que Edu había recordado. Arriba en la biblioteca, Fred y Nuria revisaban el espléndido encantamiento que el director de Hogwarts había utilizado para que el techo de la sala reflejara el cielo del exterior. Casi parecía que iban a sentir el viento frío que estaba soplando en el exterior y hacía gemir los álamos de la entrada del jardín, pero sólo escuchaban el crepitar del fuego, y los crujidos de un suelo de madera que se extendía bajo sus pies como un campo marrón, con vetas oscuras.
-¿Crees que Miller podrá hacer algo similar en nuestro salón? -preguntó Fred maravillado de las estrellas que cubrían toda la estancia.
-Ha dicho que le va a llevar tiempo, pero creo que lo conseguirá-dice ella cogiendo la mano del joven, que al notar su tacto baja la mirada y encuentra los profundos ojos de esa chica por la cual sus latidos se aceleraban. Ella tenía aquel brillo, como el primer día en que se besaron y pareció sentir descargas por todo su cuerpo. Pero la noche anterior había estado. Punto de utilizar la maldición asesina con ella, recordó verlo todo como desde la lejanía, gritando a pleno pulmón para detener su mano; la cual pareció responder a la llamada, una llamada que provenía de más adentro que su garganta salía desde el corazón, eso fue lo que salvó a su amada aquella noche.
-Cariño, yo....-comenzó a decir mientras ella le miraba fijamente -Se que ya te he dicho que ayer no era yo, que era otra persona la que movía mis manos y mi cuerpo, pero quiero que sepas que si algo llegará a pasarte sería como perder toda mi alma y mis ganas de vivir, eres el aliento que me impulsa como si de la vela de un barco se tratara. Te quiero.
Los ojos de la muchacha se anegaron en lágrimas, y se lanzó con los brazos abiertos sobre su marido, abrazada a su cuello las únicas palabras que acierta a decir.
-Gracias, te quiero.
Ambos se funden en un largo y apasionado beso que iluminado por la luz de las estrellas del techo de la biblioteca parece irradiar luz.
Abajo Edu está hablando con Katie sobre los planes que tiene para viajar por Francia en el verano, ella le comenta que ya ha estado en el país y le recomienda que visite el mercado mágico de Paris.
-Allí podrás encontrar de todo-le dice entusiasmada- Yo compre allí mi pluma, es de cóndor y puede recordar las tres ultimas frases que has escrito.
-Gracias, lo visitaré. Y puede que te traiga algo de recuerdo- le dice el muchacho sonriendo.- O también podrías venirte conmigo, tu conoces mejor el lugar.
-Me lo pensaré- dice ella jugando con sus rizos.
Sirius mira la escena sonriendo con una taza de té en la mano, Miller le había dejado una preparada en la encimera de la cocina. A menudo extrañaba el estar acompañado, casi siempre deambulaba por la casa de sus padres en el número 12 de Grimmauld Place, la poca compañía que tenía era la del viejo elfo doméstico de la familia Black, y no es que Kreacher fuera lo que se dice amable con su amo. Si embargo si que había pasado una buena época allí, junto a su ahijado Harry Potter y sus amigos en las navidades de hacía dos años, pasaron allí casi todas las fiestas y él sintió que la casa volvía a bullir de vida y alegría. Ahora, de pie en el salón de la casa de otro de los conocidos de Harry volvía a sentirse igual, aunque estaban constantemente en alerta por los esbirros del que no debe ser nombrado, el ambiente de aquella noche era más cálido que de costumbre y le hacía sentirse en paz.
-¿Quieres otra taza? -la voz de Miller a su espalda le hizo girar la cabeza para mirar al chico, hoy parecía más relajado que ayer, alto y fuerte le recordaba a sí mismo cuando era más joven.
-No, está bien. Gracias- le respondió cortésmente-¿Todo listo para la noche?
-Eso parece- dice el muchacho mirando la estancia y poniendo los brazos en jarra- los encantamientos están dispuestos, esperemos que aguanten en caso de que decidan volver. No querría ver a mis amigos en peligro otra vez.
Su voz denotaba cansancio y preocupación, como si se sintiera responsable de cada una de las personas que estaban bajo su techo y temiera fallarse a todos y cada uno de ellos.
-Lo hiciste muy bien anoche, puedes sentirte orgulloso.-la voz de Sirius era calmada y amistosa, le colocó una mano en el hombro y le dedicó una amplia sonrisa.-Salvaste a Nuria y recuperaste a Fred, fue algo muy valiente.
-Gracias, ojalá hubiera podido atrapar a la mujer y al hombre del chaquetón.- esa pesadez en la voz de Miller volvía a hacerse patente.
-Escucha, estabas herido y tus amigos necesitaban tu ayuda, eso es lo importante, olvídate de esos mortifagos. Ya habrá tiempo para la lucha y para poder obtener respuestas- le dice Sirius.
-Sirius tiene razón-Edu, atento a la conversación se levantó y se les acercó-Ayer fuiste muy valiente, yo apenas pude hacer nada y te debo estar aquí hoy. Y el día de mañana me tendrás a tu lado, para eso están los amigos.
Miller le sonrió y le estrechó la mano, ambos rieron mientras Sirius les miraba con una gran sonrisa, se veía a sí mismo con su amigo James Potter, riendo y hablando de partidos de Quidditch antes de que todo cambiara con la llegada de Lord Voldemort. Pero apartó aquellos malos recuerdos de su mente y se sentó en uno de los sillones orejeros del salón. Desde ahí podía ver a los dos jóvenes en la cocina riendo y charlando, a Katie y Chiara sentadas en la mesa cuchicheando y mirando a los dos chicos entre risas.
Arriba Nuria y Fred se habían sentado en la gran alfombra de colores vivos, como el rojo y el amarillo, que estaba a los pies de la chimenea; podían sentir el reconfortante calor de las llamas, y si levantaban la vista podían observar el manto de estrellas que cubría el techo, como si estuvieran en el jardín bajo la noche con su oscuro manto que les envolvía y les hacía sentirse furtivos a los ojos del resto del mundo, como si ese momento se hubiera detenido en el tiempo solo para ellos dos.
-¿Sabes si Miller ha podido encontrar un sitio para nuestros animales? -la pregunta de Fred sacó a la chica de su ensoñación y abrió los ojos para mirar los suyos.
-Sigue con ello, cree que tal vez pueda usar una tienda de campaña, como la que usasteis tú y tus hermanos en los mundiales de Quidditch.- le dice ella haciendo memoria.
-Bueno, mientras no acabe igual que aquello, me conformo- dice él riendo, y ella ríe con el.
-¿Debemos confiar en ese chico de Slitherin? - la voz de Fred se torna seria y grave.
-¿Quién? ¿Ángel? - ella se incorpora y le mira sorprendida- Pues claro que si, nos ayudo contra esos mortifagos cariño.
-Lo se, lo se- el sigue muy serio - Es solo que no se que pensar, no se si lo hizo por ayudarnos o para entrar en el grupo. Todo es muy confuso estos días.
Fred se puso de pie y caminó hasta una de las mesas cercanas, estaba llena de libros, pergaminos, pluma y tintero. El chico se apoyó en ella con ambas manos, como si estuviera pensando en empujarla lejos de allí. Nuria se puso en pie también y lo miró con preocupación, se acercó poco a poco a él y le abrazó por detrás, con su cara apoyada en la espalda del muchacho.
-Se que son tiempos de incertidumbre, pero confía en mi, él quiere salir de toda esa patraña de los mortifagos, desea alejarse del señor Tenebroso y poder tener amigos de verdad, no gente que solo lo quería para utilizarlo como un objeto prescindible.-le abrazó con mas fuerza a y el joven mago se giró sonriendo.
-De acuerdo mi estrella, confiare en ti.- la dio un suave beso en los labios y añadió- Pero si al final resulta ser un malvado, tengo derecho a darle un puntapié.
Ella rio y con su risa el ambiente volvió a estar tranquilo y sereno. Ambos se miraron disfrutando de la mirada del otro, como si esa mirada les diera alimento.
-Creo que deberíamos ir a la cama- dice él, empezando a caminar hacia la puerta.
-Vale, pero hoy me toca la bañera primero - dijo ella adelantando al muchacho y sonriendo burlonamente.
-No si yo llego primero- le dijo riendo el chico y salió corriendo hacia el pasillo entre las risas de ambos.
Abajo, en el salón, el fuego casi se había extinguido y las chicas se habían sentado en el sofá, donde Katie se había quedado dormida bajo una cálida manta de color rojo con una gran G dorada bordada en el centro. Chiara a su lado leía un libro sobre encantamientos para fiestas. En la cocina Miller apuraba su taza de café mientras Edu le explicaba como podían llevar a cabo la idea de la tienda de campaña para albergar los animales de Fred y Nuria. Sirius interrumpió la charla:
-Bueno, esta noche me quedaré yo de guardia- les dice muy serio- Vosotors ya tuvisteis suficiente acción ayer, hoy debéis descansar.
-¿Vas a quedarte toda la noche despierto? - le preguntó Miller
-No, en unas horas me hará el relevo Lupin. Ha ido acompañar a Arthur y Molly a casa.- le contesta Sirius tomando asiento en uno de los sillones.
-Está bien, pero si sucede algo avisadnos- le dice Miller dejando la taza en la pila. Después se dirige al salón para acercarse a Chiara y besarla en la mejilla.
-¿Lo terminas arriba? -le pregunta el chico señalando el libro
-Si, ademas empezaba a estar cansada- le dice ella poniéndose en pie y cogiéndole de la mano.
Edu se acerca a Katie y con la varita la hace levitar.
-Así no se despierta- le dice a los demás .
Los tres suben la escalera con Katie dormida, suspendida detrás suyo. Cuando van a llegar al primera planta y al pasillo que les llevará a sus habitaciones escuchan las risas de Fred y Nuria, que aparecen corriendo desde la biblioteca y giran a la izquierda por el pasillo. Fred va delante y Nuria muy cerca se detiene un momento y ve al grupo mirando. Se pone roja como la manta que lleva Katie y les saluda con la mano.
-¡He ganado! La bañera es mía - grita Fred con la mano en el picaporte de la puerta, y con medio cuerpo dentro y la cabeza fuera observa a todos mirándole y con unas sonrisas burlonas, mientras Nuria podría pasar por un tomate se va acercando, el espera que llegue y se asoma un poco más al pasillo para encogerse de hombros, momento que aprovecha Nuria para entrar corriendo en la habitación al grito de:
-¡Ahora es mía!
Fred mira hacia el interior de la habitación y luego al grupo que riendo le hacen un gesto con la mano para despedirse. Entra en la habitación y al cerrar la puerta Miller y los demás ríen y se despiden hasta mañana. Edu abre la puerta que tiene a su derecha y con sumo cuidado hace entrar a Katie y se despide de la pareja que queda en el pasillo. A Miller y Chiara les queda un piso por subir, su habitación se encuentra en lo que sería el atrio de la casa. Suben otro tramo de escaleras cogidos de la mano, ella lleva el libro bajo el brazo y le mira con ternura. Llegan a una doble puerta que ocupa un pequeño rellano al final del tramo de escaleras. Miller se acerca a la puerta y dice “Lirium Inter Spinas” la puerta se abre de par en par dejando ver una gran habitación con muebles labrados de madera, una cama adoselada de gran tamaño flanqueada por dos mesitas cuyas filigranas en la madera hacen conjunto con la cama, a la derecha de la puerta hay dos sillones orejeros de color carmesí que están orientados hacia una chimenea, una mesa, dos cómodas y sendos armarios roperos encantados completan el mobiliario.
-¿Porque esa frase?- pregunta Chiara sorprendida.
-Por ti, el lirio entre las espinas- le dice el sonriendo.
Ella sonrojada le besa apasionadamente y luego ambos entran en la habitación, la puerta se cierra detrás de ellos. La pareja desea que cuando mañana se despierten el día sea igual de tranquilo que este.
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