El Secuestro

 

La noche volvía a caer sobres los tejados de Londres, poco a poco el negro manto de la oscuridad cubría la ciudad, las estrellas de luz artificial que empezaban a brotar en los edificios y casas de la urbe entraban en contrate con el cumulo de estrellas que empezó a cubrir el negro azabache del cielo.

En la calle Russet cercana al rio Colne varios perros buscan alimento entre los cubos de la basura al lado de una vieja casa abandonada, sus contraventanas están casi todas caídas y las pocas que se mantienen en sus sitios les faltan lamas o están a punto de desplomarse. Los cristales están rotos o tan sucios que no se distingue si son cristales o papeles, la puerta tiene varias tablas a modo de cierre y la antigua verja de metal, en su día alta y cuidada se encuentra arrancada en la mayor parte del perímetro de la vivienda, que al parecer se utiliza para que los vecinos de la zona acumulen su basura, bolsas de plástico negro cuyo contenido maloliente se desparrama por el suelo, latas de refrescos ya descoloridas, envoltorios de todo tipo de alimentos y enseres que seguramente algún día formaron parte del interior de la casa; todo forma una extraña alfombra de diversos colores, olores y formas.

Dentro, como si al atravesar un manto de agua se tratara, en la parte superior de la misma, donde antiguamente habría existido una elegante sala de té, los tres jóvenes magos Miller, Edu y Angel, se sientan en lo que queda de algunas sillas, un taburete y calientan sus manos en un tímido fuego en la chimenea negra por el hollín de los años. Siguen a la espera de alguna noticia de sus amigos Fred y Nuria, y deberán seguir esperando pues como Edu descubrió con fastidio, aquella chimenea estaba taponada y atascada lo cual dificultaba su inclusión en la red flu que los magos utilizaban para desplazarse entre lugares.

-Espero que no tarden mucho, empiezo a tener hambre-Dijo Edu tapándose con un abrigo largo de color marrón.

-Debemos tener claro cual es nuestro objetivo – dice Miller para intentar distraer a sus amigos del frio. - Tenemos que sacar a Cattermole, y a su mujer de su casa para así hacer creer a los mortifagos que han desaparecido, mientras que para otros habrán sido secuestrados por los servidores del que no debe ser nombrado.

-Pero ¿Por qué no sacarlos del ministerio mientras están trabajando? - dice Angel mirando a su compañero.

-Si vamos a ir como dos mortifagos y nos colamos en el ministerio de magia, que ahora mismo está en máxima alerta por las desapariciones y nos ven, pues seguramente acabemos en una celda de Azkaban- dice Miller

Los otros dos chicos se miran y asienten enérgicamente. Después Edu recoge un pequeño trozo que parece haber pertenecido a una mesa o una cama, y lo arroja al fuego. Unas chispas saltan al entrar en contacto la madera con los pequeños rescoldos que quedan en la chimenea, mientras tanto Edu busca entre los efectos de su mochila y saca tres pequeños panecillos que reparte entre los presentes que comen en total silencio y miran al suelo. El cansancio de los últimos acontecimientos empieza a pasarles factura y notan como sus músculos fueran como de hierro, les pesan los parpados y se sienten extenuados, pero saben que deben seguir adelante, tenían un objetivo que debían cumplir para poder ayudar a sus seres queridos, amigos y su comunidad que estaba siendo amenazada por un mago tenebroso que pretende destruir a aquellos magos que no sean de sangre pura.

La poción multijugos estaban en la mochila de Miller que notó el frasco al buscar dentro algo mas que los chicos pudieran comer, la sacó para mirarla y la volvió a dejar en su sitio, metió un poco mas la mano y sacó un pequeño atillo en forma triangular, lo desenvolvió y saco un trozo de queso y partiéndolo en trozos, le tendió uno a cada uno. Se levantó de su vieja y rota silla para acercarse a la puerta que daba a las escaleras que unían la planta baja con aquella y sacando la varita de roble de su bolsillo se coloco en el umbral y comenzó a repetir las palabras que todos conocían para poner los hechizos de protección con muggles o contra otros magos como hechizos ilusorios o de protección contra otros hechizos.

-Protego Totalum. Salvio Hexia- las palabras sonaban con fuerza en la sala casi vacía y los otros dos chicos miraban como los realizaba. Cuando terminó y se sintió contento con el resultado volvió a guardar la varita en el bolsillo y se sentó de nuevo.

- ¿Iremos hoy o mañana? -Preguntó Edu acurrucándose en su silla, intentando encontrar una postura cómoda.

-Creo que será mejor esperar a mañana por la mañana, ahora ya es muy tarde y necesitamos que al menos haya gente para que nos vean llevarlos-Dice Miller mirando a su amigo.

-Opino igual-Angel se levanto para recoger su mochila-Además estamos tan cansados que podríamos cometer errores.

Miller se quedo mirando al infinito un momento y luego arqueó las cejas muy pensativo, se giró hacia el revoltijo que formaba la vieja tienda de campaña mágica que tenían al fondo de la sala, junto a otras cosas como ropa, pergaminos y libros. Se levantó y fue hacia ella, se agacho para cogerla y la arrastró para alejarla del montón de objetos. Introdujo la mano por la ranura que sería la puerta de acceso a la tienda una vez montada y palpó a tientas, luego casi se metió dentro por completo; los otros dos solo veían sus piernas moverse. Al cabo de unos minutos de movimientos, golpes y gruñidos se arrastró fuera con tres sacos de dormir en sus brazos, los miró con satisfacción y se acercó a sus amigos.

-Sabía que los había puesto en algún lado, y aunque dentro hay camastros y unos bancos de tela, podemos usar estos para dormir hoy-dijo depositando los sacos en el suelo enfrente de la chimenea lo cual levantó una pequeña nube de polvo.

Edu Y Angel se acercaron y tomaron uno cada uno, los desplegaron formando una C en el suelo, y se dispusieron a dormir. Si alguien se acercaba a la casa y pretendía entrar los hechizos les protegerían o al menos les darían tiempo suficiente para levantarse y defenderse o escapar.

Mientras en el numero 33 de Great Wall, Molly Weasley está mirando su hijo Fred y su nuera Nuria comer un poco huevos con panceta, ambos habían llegado desfallecidos la noche anterior y le habían explicado que tras un enfrentamiento con un grupo de carroñeros al servicio del señor tenebroso habían conseguido una lista de nombres, nombres de personas que pretendían secuestrar para llevarlos ante el que no debía ser nombrado para ser juzgados para considerarlos traidores a la sangre. Entre esos nombres estaba el de su familia, la familia Weasley estaba en el punto de mira del mago tenebroso más temido de todos los tiempos, y ella no iba a quedarse de brazos cruzados mientras intentaban llevarse a sus hijos o atacar a su marido. Por eso ideó un plan para esconder a su familia con la ayuda de los miembros de la orden del Fenix, y de paso ayudar a su hijo y sus amigos en su tarea de entorpecer los planes del mago oscuro. Les preparó comida para llevar que puso en una bolsa encantada con una capacidad aumentada y así poder llevar mas dentro de la misma. Les había preparado carne secada, huevos y leche en frascos de vidrio, además de arroz, legumbres y algunas zanahorias y patatas. Sabía que, entre Miller y Nuria, que dominaban la cocina mágica casi tan bien como ella, casi, podrían aguantar unos días sin tener que exponerse a la búsqueda de comida. También les había preparado unos pastelillos de carnes y otros de dulce para comerlos en cuanto Nuria y Fred fueran al lugar donde estaban ocultos.

-Mama, muchas gracias por la comida- dijo Fred masticando un trozo de panceta- Echaba de menos comer con calma.

-Y gracias por cuidar de los animales- dijo Nuria

-Ohhh no es nada queridos, ¿para qué estamos las madres? - les dijo ella con una enorme sonrisa- Además, así tengo ocupado a tu padre en vez de estar jugando con artefactos muggles. Un día de esto se enterarán en el ministerio y tendremos que dar muchas explicaciones.

Fred rio abiertamente y Nuria le miró con dulzura mientras le cogía la mano. Él le devolvió la mirada y también sonrió. Hacia mucho que no estaban tranquilos mirándose el uno al otro, casi todos los días que estuvieron fuera habían sido una locura, entre luchas contra mortifagos, la muerte de la elfina de Emily y otros derroteros apenas tenían tiempo para estar juntos o a solas. El grupo siempre dormía junto para poder defenderse mejor en caso de ataque. Y ellos echaban de menos poder acurrucarse juntos en un sofá o en su cama para poder sentir el abrazo del otro, poder escuchar su respiración y poder mirar la profundidad de su mirada. Allí sentados en la cocina de aquella casa que utilizaban como cuartel, volvían a sentir que estaban unidos y juntos, que si seguían el uno al lado del otro todo saldría bien.

- ¿Estáis seguros de que tenéis de sobra para todos? – les interrumpió Molly sacándoles de su ensoñación

- ¿Qué? – dijo Fred mirando a su madre de un salto – Tendremos de sobra, y si no pues ya nos las apañaremos.

Nuria asintió con la cabeza y luego con un movimiento fluido de la varita hizo que platos, vasos y cubiertos levitaran hasta la pila.

- ¡Fregotego¡- dijo la joven maga y un cepillo empezó a fregar los platos que luego se apilaban en un trapo que había justo al lado.

-Debemos irnos- dice Nuria- Los chicos deben estar esperando que regresemos

-Tienes razón – dice Fred levantándose de la silla y cogiendo del perchero su capa y la de la chica, se acercó a ella y se la puso con cuidado y luego la beso en la mejilla.

- Tened mucho cuidado los dos, no quiero tener que ir a buscarte porque estés metido en un lio – dice Molly abrazando a su hijo- Debes traer a esta jovencita a casa de nuevo, sin ella está mas vacía que de costumbre.

Nuria abrazó con fuerza a su suegra y las dos se miraron a los ojos.

-Yo le cuidare, y en cuanto vuelva me tienes que enseñar a hacer bufandas para todos- le dijo sonriendo, pero con los ojos encharcados.

-Lo haré, prometido – le dijo Molly sonriendo- Venga, salid ya antes de que se haga más oscuro.

La pareja salió al jardín trasero de la casa ocultos bajo sus capas de viaje oscuras, avanzaron unos pasos para asegurarse de que todo estaba en calma y luego recorrieron el jardín hasta la valla de piedra que daba al bosque. Allí los arboles bailaban al son del viento frio y húmedo que hacía moverse las hojas de un lado a otro, haciendo crujir las jóvenes ramas de los arboles mas tempranos. La hierba aun mojada de la lluvia de la noche anterior se movía con las rachas de viento y les mojaba las botas mientras se adentraban en el bosque para salir de la zona de protección que cubría la casa y sus jardines. Una vez estuvieron lo bastante lejos para dejar ver a la señora Weasley en la puerta, se cogieron de la mano y con un fuerte Crack se desaparecieron. Nuria podía sentir el cuerpo de Fred junto al suyo moviéndose y girándose sobre sí mismo mientras se movían a toda velocidad. Pronto dejó de notar aquel olor a hierba mojada y madera, para empezar a notar el aroma del asfalto, el combustible de los coches y el fétido olor del rio. Sus pies tocaron el suelo y miró en todas las direcciones, Fred a su lado hacía lo mismo.

- ¿Dónde estamos? – le dijo ella que no reconocía el lugar

-Me he aparecido un poco más lejos de lo acostumbrado, así evitaremos delatar la casa si alguien nos ha seguido- dijo el muchacho mirándola- Y así de paso podemos caminar cogidos de la mano.

- Serás romántico – le dijo ella y sus labios se posaron sobre los del joven que devolvió el beso.

Caminaron de la mano por las calles aledañas a la casa, bajaron por unas escaleras que se acercaban a la zona del rio y luego giraron a la derecha pasando cerca de un pequeño parque para niños ahora vacío. Siguieron otra calle mas y luego giraron a la izquierda para entrar por un callejón mal iluminado por una farola cuya luz se apagaba y se encendía. Se asomaron por la esquina de aquel callejón para mirar a ambos lados y al fondo de la calle pudieron ver la vieja y abandonada casa. Se movieron con mucha cautela sin dejar de mirar atrás y a los lados, pero todo estaba tranquilo, así que la llegar a la verja de metal, o lo que quedaba de ella, él saco su varita y la agitó sin decir palabra; luego atravesó la puerta como si esta no estuviera allí, como si de una cortina de ducha se tratara. Ambos cruzaron el umbral y subieron por las escaleras hasta la sala de té, allí ella volvió a hacer el mismo movimiento con su varita y atravesó la puerta. En el suelo, formando una C estaban los tres chicos metidos en unos sacos de dormir de color verde oliva y el fuego de la chimenea eran ahora rescoldos que apenas despedían luz o calor de alguna clase. Fred le hizo un gesto de silencio con el dedo a Nuria y ambos dejaron las mochilas en el suelo con sumo cuidado.

-Vaya horas de llegar- una vez en un rincón hizo que ambos dieran un pequeño salto y apuntaran a la zona con sus varitas- Miller estaba sentado allí en una silla mirándolos con ojos cansados.

- ¿Cómo es que...? - Fred señaló al bulto que estaba más cerca suyo.

-Un poco de relleno con la ropa que sobraba, le pones mi cazadora y parece que estoy ahí- dijo el otro con una sonrisa de satisfacción- No iba a dejar el lugar sin vigilancia. Os he visto llegar por el callejón.

- ¿Qué tal estáis? – preguntó Nuria acariciándose los brazos en señal de frio.

-Bastante bien, la casa aguanta, pero deberemos movernos cuanto antes- dijo Miller incorporándose- Espero que al menos traigáis comida, es lo que no queda.

Nuria levantó le pequeño saco y sonrió. Luego lo volvió a dejar en el suelo junto a las demás mochilas y se dejo caer en el suelo.

-Molly nos ha dejado uno de sus sacos aumentados, cabe mas de lo que parece, y hemos traído comida para unas semanas-dijo mientras Fred se sentaba con ella. - Os manda recuerdos.

Miller sonrió y afirmo con la cabeza, los miró a ambos y luego se acercó a donde estaba su saco y con un movimiento de varita hizo que todas las cosas que había dentro imitando su persona se fueran levitando a un rincón, abrió el saco y se metió hasta la cintura.

-Intentad descansar, mañana será un día largo y espero que provechoso- les dijo mientras es tumbaba- Oh, tenéis otros dos sacos dentro de la tienda, están al fondo, cuesta sacarlos, pero al menos no pasareis frio.

Se giró he hizo un gesto de saludo con la mano. Fred se levantó y se metió dentro de la tienda buscando. Parecía que un gato se hubiera colado en la tienda y la tela se movía de un lado a otro por donde pasaba el muchacho, que al poco salió con otros dos sacos y los dejó cerca de donde estaba Nuria. Los desplegaron en el suelo y cada uno de metió en el suyo, se despidieron hasta mañana con un apasionado beso, y se dejaron caer poco a poco en las garras del sueño que hacía días les perseguía.

A la mañana siguiente Nuria ya estaba en pie preparando algo de desayunar cuando el dulce olor del café empezó a despertar al resto, que se movieron dentro de sus sacos para sentarse y empezar a mirar a un lado y a otro, darse los buenos días, desperezarse y quitarse las legañas de los ojos. Nuria sonrió al ver a sus amigos sentados dándose los buenos días y empezar a levantarse de sus sacos, era como volver al colegio y despertar en el dormitorio de las chicas, cada una levantándose de su cama con dosel, cogiendo sus zapatillas o poniéndose una bata con encaje que parecía sacada del armario de una diva de la canción. Bajar a la sala común para encontrar allí al resto de sus compañeros y charlar de como iba a ir el día, de lo que harían en tal clase, o de como odiaban tener que ir a tal otra; bajar por las escaleras de piedra que los llevarían al vestíbulo y de ahí al gran comedor, con su techo que refleja el clima que hace en el exterior, sentarse en su mesa con sus amigos y disfrutar de un buen desayuno.

Sacudió la cabeza con desaprobación cuando vio el suelo sucio y la vieja chimenea y su espléndida visión se esfumó para devolverla a la realidad de una casa vieja y enmohecida, un desayuno racionado para que al menos les durara otra semana y sus amigos cansados y mal vestidos.

-Cariño, ¿Estas bien? – la voz de Fred la hizo girar la cabeza hacia él, y se forzó a sonreír.

-Si cariño, un poco cansada- le dijo

Todos sentaron en un pequeño circulo y comieron los pasteles de carne y tomaron el café caliente que Nuria les fue entregando a cada uno por separado. Parecía como su hubieran comido en un gran restaurante, todos degustaban la comida con sonrisas y empezaron a hacer chistes y hablar de temas banales y por un momento Nuria pensó que todo iría bien siempre que todos estuvieran juntos, y se mantuvieran firmes, y se permitió el lujo de reír junto a sus amigos.

-Vale, tengo que advertiros de que esta poción sabe a pis de troll – dijo Nuria metiendo los pelos que habían conseguido en unos vasos que ya contenía poción multijugos. Los tres muchachos tenían un vaso cada uno en la mano y miraban como ella les ponía dentro un pelo a cada uno- Os sentiréis raros y puede que os de ganas de vomitar, pero luego todo será normal, bueno hasta cierto punto.

Los chicos se miraron entre ellos y luego miraron la poción con quien mira un charco de pus que hay en el suelo del baño. Miller se tapo la nariz y vació el contenido del vaso de un trago, los otros dos le imitaron, pero Angel enseguida dejó caer el vaso y se llevó las manos al estómago. Edu se quedó con el contenido en la boca por unos segundos y luego tragó todo de golpe y corrió a una esquina donde se apoyó con una mano y la otra en el estómago. Se escucharon arcadas de los dos chicos, pero Miller que ya había tomado la poción solo puso caras raras y luego empezó a notar que le burbujeaba la piel, que el pelo le cambiaba de color y que crecía apenas unos centímetros.

Al cabo de un rato estaban en la sala los tres mortifagos a los que habían robado los pelos, Dolohov y Rowle se miraban entre ellos.

-Si no supiera que eres tú, estaría asustado- la voz de Miller salió de los labios de Dolohov

-Ya te digo, es alucinante- dijo la voz de Edu que estaba en el cuerpo de Rowle.

-Vosotros al menos tenéis el pelo de un color normal, no parezco un viejo- dijo Angel que se había transformado en Scabior, con su pelo casi gris.

-No te queda mal del todo- dijo Nuria mirándolo y este le miró con una mueca de sarcasmo.

-Bien, ahora vamos a ir a la cafetería que hay enfrente del ministerio- explico Miller – Allí se reúnen los magos de mantenimiento para tomar té y pastas, será el momento ideal para que vean como dos mortifagos conocidos y en busca y captura se llevan a Cattermole. Después le traemos aquí y Fred y Nuria le tendrán que explicar que es lo que sucede.

-Esperemos que los aurores no tomen también el té allí – dijo Angel que se seguía mirando el pelo en un polvoriento espejo.

Se pusieron los trajes oscuros y las gabardinas, se parecían bastante a las pintas que solían llevar sus personajes, y mirándose unos a otros decidieron que era la hora de empezar. Mirando a Fred y Nuria que asintieron con la cabeza y los tres hombres bajaron a la calle, salieron por el callejón y siguieron un par de calles mas hasta que se encontraron enfrente del parque infantil. Allí revisaron que nadie pudiera verlos y se agarraron del brazo de Angel y el crack que precedía a la desaparición llenó el parque. Los pies de los tres chicos se despegaron a toda velocidad del suelo para girar sobre si mismos una y otra vez como por un gran tubo de aire que le llevaba a través de calles, callejas y avenidas. La velocidad empezó a disminuir hasta que de nuevo sus zapatos pisaban una acera. Se miraron una vez mas y se agazaparon tras una cabina de teléfonos de color rojo. Allí esperaron durante un rato a ver si podían ver salir a alguien del alto edificio bajo el cual estaba el subsuelo de la ciudad de Londres el cual ocultaba un complejo de nueve plantas, el ministerio de magia. Los magos solían acceder por los baños públicos que estaban en una estación de metro cercana, estos retretes estaban conectados con las chimeneas del primer piso del ministerio y se podía acceder al mismo solo entrando en el retrete y tirando de la cadena. Esperaron unas dos horas hasta que vieron a varios hombres ataviados con túnicas de color azul oscuro, como monos de trabajo de los obreros muggles, que salían de los lavados y ascendían por las escaleras hasta la calle, podían oír sus conversaciones sobre fallos en calderas, lluvias en despachos o como hacer que unos memorandos interdepartamentales dejaran de volar en círculos. El grupo de magos avanzo por la calle y luego cruzo a la otra acera donde había una gran cafetería con unos toldos de color carmesí y blanco sobre unos grandes cristales que permitían ver las mesas en las cuales había gente de todo tipo sentada, tomando café, comiendo tarta y simplemente leyendo un periódico. Los hombres entraron en la cafetería y se colocaron en una de las mesas que había al fondo, según se entraba a la derecha. Una vez que todos los magos de mantenimiento se sentaron y empezaron a pedir, los tres falsos mortifagos se miraron unos a otros y se pusieron en marcha.

Cruzaron a grandes zancadas las calle y abrieron la puerta de golpe, poniendo cara de pocos amigos se fueron hacia la mesa de los aterrorizados magos que les vieron entrar, y empezaron a moverse nerviosos en sus asientos. Llegaron a su altura y les miraron intentando parecer duros y aterradores, pero la expresión de Edu era mas de sorpresa que de otra cosa, lo cual desconcertó un tanto a los magos de mantenimiento que se miraban unos a otros.

- ¿Cuál de vosotros, gusanos inmundos, es Cattermole? - Miller puso voz grave e inquisitiva.

Un hombre con un gran bigote y con una camisa de color gris apagado bajo la túnica azul levantó tímidamente una mano, y Dolohov le señaló con su varita con lo cual el mago se sobresalto y el resto empezó a proferir en suplicas.

-Por favor señor, yo no lo he hecho nada al señor tenebroso- Cattermole se estaba pegando tanto al cristal para evitar la punta de la varita del falso mortifago que Miller pensó que lo iba a atravesar en cualquier momento.

-Te vienes con nosotros, él será quien decida eso- Angel puso también voz grave y seria

Los demás magos empezaron a suplicar que no se lo llevaran, que él no era una amenaza para quien ustedes saben, Edu sacó su varita y les apuntó con ella.

- ¡A callar! - les gritó y su voz sonó de manera normal, lo cual atrajo las miradas de sus compañeros y este se encogió de hombros.

Miller agarró a Cattermole por la túnica y lo arrastró al pasillo para llevarlo a la puerta, mientras Edu seguía apuntando al resto de magos que lo miraban atónitos, luego con un gesto despectivo se giró y siguió a sus compañeros, pero se detuvo de pronto para girarse hacia el asustado grupo

- ¡Redcutio! – gritó mientras apuntaba con su varita a la mesa que se hizo tan pequeña como si fuera de juguete- No nos sigáis, o seréis los siguientes.

Salieron a la calle y corrieron todo lo que pudieron arrastrando con ellos a Cattermole que no estaba muy en forma y le estaba costando seguir el ritmo de los jóvenes. Doblaron la esquina en la cual se habían aparecido y una vez estuvieron todos juntos se aferraron al brazo de Scabior y se desparecieron. Miller notaba como Cattermole forcejeaba para intentar soltarse de la presa que le estaba haciendo, así que apretó un poco mas y notó que dejaba de luchar.

El crack hizo que Nuria se asomara por la ventana y vio a los tres mortifagos que entraban en la casa con un hombre con túnica azul muy asustado, les escuchó subir la escalera a prisa y entraron por la puerta de la sala donde estaba ella de pie junto con Fred que los miraba con seriedad.

- ¿Qué pasa aquí?, ¿Por qué me habéis traído hasta aquí? - dijo Cattermole mirando a Nuria y luego a Fred a quien tardo un rato en reconocer- Tú, tu eres el hijo de Arthur, si hombre este… George.

-Casi señor Cattermole, soy Fred- le dijo este sonriéndole. Lo que hizo que este estuviera aun mas confuso mirando de hito en hito a todas personas que estaban con él en la sala

- ¿Qué hacen aquí estos mortifagos? - fijo señalándoles – ¿Estas trabajando para quien tu ya sabes?

-No somo quien usted cree- Dolohov habló una voz joven, y aquello desconcertó aun mas al mago de bigote que se paró a mirarlo- Hemos venido para ayudarle, tiene que desaparecer.

Nuria le indicó que se sentara y le trajo una taza de té recién sacado de la tetera que aun humeaba en el pequeño hornillo de camping que estaba al lado de la chimenea.

-Verá señor Cattermole- la joven se sentó enfrente suya con expresión amable- Somos alumnos de Howgarts y por circunstancias desagradables estamos haciendo frente a los carroñeros que están a las ordenes de quien no debe ser nombrado. Hace unas noches tuvimos un enfrentamiento con algunos de ellos, y gracias a la pericia de mis compañeros- señaló con la mano a los tres hombres que estaban de pie- conseguimos hacernos con una lista de objetivos, una lista de personas que los mortifagos consideran traidores a la sangre, ya sea por no pertenecer a una línea de sangre pura o por estar casados con mestizos o muggles.

Cattermole la escuchaba con atención, pero no dejaba de mirar a los tres mortifagos que estaban de pie a su alrededor, tomó un sorbo del té que la joven le había dado y se acomodó mejor en la vieja silla que crujió bajo su peso.

-Ente esos nombres estaba el suyo- le dijo Nuria muy seria, lo que hizo que el mago se atragantara con el té.

- ¿El mío? ¿Y que quiere el que no debe ser nombrado de alguien como yo? – preguntó nervioso y secándose los labios con el dorso de la manga de la túnica.

-No lo sabemos- le dijo con suavidad la chica- Pero queremos evitar que le pase nada, así pues, nos hemos adelantado a los hombres que le querían secuestrar y así poder traerle aquí.

De pronto los tres hombres empezaron a tener convulsiones y su piel empezó a burbujear, les cambió el color del pelo y se redujeron de tamaño, hasta que de nuevo los tres jóvenes magos volvieron a su yo normal. El señor Cattermole los miró con los ojos abiertos de par en par y luego susurró

-Poción Multijugos

-Si, teníamos que hacer que pareciera que los mortifagos se lo llevaban- dijo Miller quitándose la gabardina- Así ahora usted podrá desaparecer de su radar, un tiempo al menos.

-Pero. ¿Cómo? - dijo este mirando a los tres chicos- Tengo mujer, que está esperando en casa a mi regreso.

-Pues vaya con ella, recójala y llévesela lejos-dijo Angel mirándolo apoyado en la pared- Donde sea, cuanto más lejos mejor.

-Podríamos visitar a mi tía Griselda, está en Francia- dijo Cattermole dejando la taza de té en el suelo- ¿Por qué estáis haciendo todo esto vosotros?

-Porque alguien tiene que hacer algo, y si con esto hemos conseguido que esos malnacidos pierdan un tiempo valioso, será un pequeño paso más- dijo Edu

-Y, además, al ver sus compañeros que unos mortifagos buscados por la justicia le han secuestrado en pleno día, podemos hacer que las desapariciones empiecen a recaer en quien de verdad las lleva a cabo-dijo Fred

-Creía que todo era cosa de ese Sirius Black- dijo Cattermole tapándose la boca con la mano

-Usted y muchos como usted-dijo Miller- es la versión del ministerio para así no dar crédito a las habladurías del regreso del señor tenebroso. El ministro de magia se niega a creerlo, ya sea por miedo o por estupidez.

Cattermole se puso en pie y comenzó a andar por la habitación pensativo, se atusaba el bigote y se rascaba la cabeza. Después se detuvo en una de las ventanas y se giró para mirar a los chicos que estaban en la sala mirándole.

-Así que es cierto que ha regresado – dijo al fin mirándolos a todos- Lo que decía ese tal Potter era cierto, y yo me he tragado esa patraña de Sirius Black todo el tiempo. Chicos os debo mucho de verdad, muchas gracias.

-No tiene porque que darlas señor Cattermole- dijo Fred – Si hemos conseguido clavar una espina en la pezuña de quien usted ya sabe nos damos más que por satisfechos.

El mago del gran bigote los miró a todos de uno en uno que le devolvían la mirada con una sonrisa en la cara, y luego les estrecho la mano a todos, menos a Nuria que le dio un fuerte abrazo y este le sonrió.

-Esta bien señor Cattermole, ahora vaya con su mujer y dígale que le han dado unos días en el ministerio, váyase a Francia y permanezca allí todo lo posible- le dijo Miller mientras todos le acompañaban hasta la calle- Espero que nos volvamos a ver en mejores circunstancias.

-Y yo, o al menos veros a todos trabajando en el ministerio- les dijo con una gran sonrisa que hacia que el bigote subiera- Hasta pronto muchachos.

Se giró y caminó unos pasos antes de que el grupo de amigos pudiera escuchar el fuerte crack que indicaba que acababa de desaparecerse.

Nuria abrazó a Fred cuando estuvieron de vuelta en la pequeña sala mientras el resto profería algunos vítores y silbidos. Habían conseguido salvar a una de esas personas que aparecían en la lista, aquella tarea que tan difícil les había parecido en el momento en que la lista estuvo en sus manos ya parecía posible, una meta que estaba más y más cerca de lograr el objetivo que se habían marcado, entorpecer la labor de los carroñeros al servicio de Lord Voldemort. Pero aun quedaban muchos nombres en la lista, algunos era compañeros de la escuela como los hermanos Creevey o Dean Thomas, que estaban en su casa de Gryffindor.

Estaban absortos en sus pensamientos cuando un sobre de color amarillento golpeó la ventana de la sala en la que estaban, todos se quedaron muy callados y prepararon sus varitas, pues no sabían que era lo que sucedía. Se miraron unos a otros, y luego miraron el sobre era muy similar al que se usaba para mandar las cartas del colegio, donde se indicaba la lista de libros, o los horarios de ese año. Tenía un sello lacado de color rojo carmesí y unas letras de color verde turquesa.

Angel se acercó algo mas a la ventana y revisó con sumo cuidado el sobre desde una distancia prudencial, luego se quedó mirándolo fijamente y leyendo lo que ponía.

-Señorita Nuria, casa abandonada en el numero 8 de Russet Street, Londres.

Todos se giraron para mirar a Nuria, que estaba tan desconcertada como los demás, pero se soltó de los brazos de Fred y avanzo hasta llegar a la ventana, y con un sutil movimiento de la varita, esta se abrió y dejó entrar la carta que se posó con gracia en la silla mas cercana. La chica recogió la carta y con delicadeza abrió la solapa que estaba cerrada por el sello en el cual se podía leer Escuela Howgarts de Magia y Hechicería rodeando una gran H.

Sacó del sobre una carta del mismo color y textura que las que le habían llegado a casa desde que tenía once años y recibió a través de una lechuza, su carta de admisión en el colegio de magia. La desplegó con cuidado y leyó en voz alta y segura.

-Estimada señorita Nuria, espero que la tarea de la que hablamos en mi despacho ya haya sido llevada a cabo, y que la poción no les haya causado demasiadas nauseas a los señores Miller Edu y Angel. No obstante, y si mi memoria no falla, había algunos alumnos de mi escuela que pudieran estar en serios apuros así que se han tomado medidas para su cuidado, la profesora Mcgonagall ha preparado un plato especial para su larga estancia en nuestro castillo. Si tienen la necesidad de viajar para conocer nuestro hermoso país les sugiero la ciudad de Perthshire en la no muy soleada Escocia, allí hay un castillo que les resultara muy interesante de visitar. Y si tiene alguna duda mas de que otros lugares o parientes visitar, puede echar un ojo a ese mapa suyo que guarda con tanto tesón. Si viajan al norte no olviden traerme unos dulces, sería una pena no poder probarlos. Por ahora me despido, aunque si se pierden creo que sabré como encontrarles. Atentamente Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore, directo de la escuela Hogwarts de Magia y Hechicería

Todos la miran con asombro y sin saber muy bien que decir, ella deja la carta en la silla y corre a su mochila de donde saca un trozo de pergamino, lo mira para luego levantar la vista hacia todos sus amigos que siguen con la mirada clava en ella. Le da la vuelta al pergamino y los chicos puede observar un mapa de Inglaterra en el cual hay escritos unos nombres que se mueven por el mapa, y en los laterales de este aparecen los nombres con una indicación de una ubicación debajo del mismo.

-Este es el mapa que decía el director Dumbledore- dice ella entusiasmada- Con el puedo ver dónde están los Weasley, mis padres, y nosotros mismos. Puedo agregarle mas nombres si lo deseo mediante un complejo encantamiento.

- ¿Quieres decir que puedes saber en que ciudad o lugar del mapa están ahora? – dice Miller

-Si, y podemos ayudarles a todos- le dice ella

-Bill y Fleur están en Edimburgo ahora mismo – dice Fred mirando con detenimiento el mapa.

-Claro, por eso el profesor nos ha dicho que tenemos que visitar Escocia, puede que ellos estén en apuros- dijo Angel.

-Pues a Escocia- dijo Miller y comenzó a recoger las cosas que estaban por el suelo. De pronto se paró y miro a Nuria- ¿Cómo puede saber Dumbledore donde estamos?

Ella se encoge de hombros y sonríe. Recogen todo lo que consideran necesario y lo meten en sus mochilas, Miller vuelve a colocar la tienda en el suelo y la reduce de tamaño con el encantamiento Reductio. Tardan unos minutos en tener todo dispuesto para viajar, bajan la escalera y salen a la calle con la esperanza renovada y los ánimos mas recargados que nunca. Miran a la casa abandonada por ultima vez y luego se giran todos para caminar por la solitaria calle y perderse entre los callejones de una ciudad llena de sonidos, de luces y de personas. Escocia les estaba esperando.

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