Un huevo de dragón

Tras su llegada a las tierras escocesas, el grupo de alumnos se habían instalado en el viejo castillo de las afueras de Pertheshire. Escondido entre la maleza de un jardín tan descuidado que podría pasar por una jungla; seguramente en sus días toda la maleza y las raíces que cubrían ahora el césped marrón y subían sin control por las paredes de piedra de lo que fue un muro que rodeaba la finca, incluso la majestuosa fuente de lista piedra circular en cuyo centro descansaba una estatua de un hombre con una espada y un escudo en el centro de un pedestal labrado, ahora estaba cubierta por las malas hierbas y algunas raíces habían partido parte de la base.

Sin embargo, el castillo en sí se conservaba aun grande e imponente en medio de la finca, las cuatro torres que rodeaban la estructura central aun conservaban sus tejados en punta, con tejas de color negro y coronados, al menos tres de ellos, por unas lanzas de metal que apuntaban al cielo diurno. Parecía casi irreal que las viejas ventanas de madera conservaran aun toda su estructura y aun quedaban cristales que o bien el mal tiempo o algún chiquillo del pueblo habían mantenido intactos. Las grandes puertas dobles de madera labrada con los escudos familiares en ellas estaban cerradas y al subir las escaleras de piedra que las separaban del jardín parecían imponentes.

El grupo se había encontrado en el interior con Bill que gracias a unos pequeños toques de magia había dejado la zona del salón, la cocina y alguna habitación de la planta inferior de forma habitable y decente. Su primer día no había sido como ellos esperaban, y con la ayuda de Bill los tres jóvenes magos Miller, Edu y Angel habían rescatado a Fleur de las garras de un carroñero que se había ocultado en una casa del cercano pueblo. De regreso en el castillo su amiga Nuria y su marido Fred ya tenían preparadas otras dos habitaciones e incluso habían preparado comida para el resto que llegaron a la entrada del jardín al medio día.

-¡Fleur!- Nuria había corrido hacia su amiga y la había abrazado.

-Muchas gracias por venir a ayudarnos- dijo la chica mirándola a los ojos- A todos, de verdad es un alivio que estéis aquí.

Bill miró a los chicos que sonreían, le dio un golpe en el hombro a su hermano que luego le abrazó y ambos se miraron y empezaron a reír. Subieron los peldaños que les condujeron a las puertas dobles y de ahí al pasillo con sucias alfombras de colores apagados por los años y viejos muebles en los laterales, lo siguieron hasta la cocina. Con los cambios que Fleur y Bill habían realizado, y con la ayuda de Nuria y Fred ahora parecía una autentica cocina, el fuego ardía en el hogar de metal donde reposaban varias ollas y una tetera que empezó a emitir su característico sonido cuando el agua ya hervía. La mesa y las sillas estaban colocadas en el centro de la estancia y había platos, vasos y cubiertos en la encimera; el olor a comida recién preparada que llenaba el lugar hizo que todos se sintieran algo mas relajados. Se empezaron a sentar en la mesa y Miller ayudó a Nuria a servir la comida con los movimientos de las varitas los platos, los vasos y los cubiertos encontraron sus sitios en la mesa, y luego la olla con un estofado de carne con patatas, zanahorias algo de laurel y sal se posó lentamente en el centro y una gran cuchara empezó a llenar los platos.

Todos comieron con bastantes ganas, se sentían reconfortados por aquella comida y la sensación de estar nuevamente entre amigos y de momento a salvo. Sabían que pronto deberían empezar a buscar el huevo de dragón desaparecido, pero por el momento se abandonaron en una relajada conversación y disfrutar de verse juntos de nuevo.

-Ya tenemos casi terminada la casa de la playa- le decía Fleur a Nuria- Le hemos dado nuestro toque claro esta. Aunque a Bill no le gusta mucho que la ropa de cama que he escogido para nuestra habitación.

Bill la miró y negando con la cabeza se volvió hacia su hermano que se encogió de hombros sonriendo. El resto de los muchachos miraban con diversión al mayor de los Weasley. El sonido de las risas llenó por un momento la cocina.

-Seguro que tienes muy buen gusto- le dijo Nuria- Ya sabes que ellos no saben apreciar lo delicado.

Esta vez fue Fred quien miro a su pareja, que le miraba con cara de suficiencia y una sonrisa en los labios, y al girarse hacia su hermano este le devolvió el mismo gesto. Miller movió la varita con un movimiento ascendente y fluido con el que su plato y el de Edu empezaron a levitar hasta la pila, allí había un cepillo reluciente que desentonaba en la vieja cocina, seguramente Fleur lo habría traído consigo o lo habría comprado en el pueblo para poder tener la vajilla siempre reluciente.

- ¡Fregotego!- dijo desde su sitio para que el cepillo comenzara a limpiar los platos. Luego el resto imitó su acción y todos lo platos acabaron en la pila donde poco a poco se fueron fregando y luego apilándose en un trozo de tela que ocupada la encimera de la izquierda de la pila. La mesa quedó despejada en cuanto Nuria hizo que la olla también se retirara a la pila. Angel cogió la tetera y empezó a servir té en las tazas de color ocre de sus compañeros, que le daban las gracias, luego se puso una para él y se sentó en la silla enfrente de Miller. Desde la cabecera de la mesa Bill los miró a todos de uno en uno y luego se giró para salir de la sala. Al momento regresó con un pergamino doblado y lo dejó sobre la mesa, luego sacó la varita y el pergamino de desdobló solo formando un gran mapa de una región que los jóvenes no conocían.

-Esto es un mapa de la región sur de Rumania – les explicó – De aquí hemos recuperado un huevo de dragón que unos muggles desenterraron de su nido al excavar en busca de minerales. Nuestro ministro de magia se puso en contacto con su homólogo en la zona y enseguida enviaron un equipo de magizoologos para que nos hiciéramos con el huevo y con nosotros vino un auror para encargarse de borrar los recuerdos de los trabajadores, pero cuando ya teníamos el huevo a salvo en un cajón de transporte de especies fuimos atacados por un grupo de mortifagos, y aunque luchamos con dureza mataron a tres de mis compañeros y al auror. Después se llevaron el cajón.

La dureza de sus palabras denotaba un fuerte sentimiento de culpa, como si se sintiera que lo ocurrido había sido por él no fue capaz de evitar el robo y algunos de sus compañeros habían perecido. Miraba con lo ceño muy fruncido el mapa, como si en cualquier momento fuera a arder en llamas y con ello la culpa y la pena se fueran volando con las cenizas del pergamino destruido.

-Hiciste todo lo que estuvo en tu mano querido- Fleur le puso una mano sobre la suya y el hombre la miró sonriendo, haciendo que las cicatrices que recorrían su cara se doblaran.

- Lo sé. Pero siento que podría haber hecho algo más que esconderme detrás de un montón de tierra mientras se llevaban el cofre- dijo con amargura.

- Te estaban atacando, hasta los aurores se deben esconder cuando se ven superados en número- le dijo Miller con seriedad- Si hubieras muerto nadie sabría nada del huevo. Ahora sabemos que se lo han llevado.

Bill le miro le dedicó una sonrisa de cordialidad y luego volvió a mirar el mapa que tenía delante.

-Ahora sabemos que han traído el huevo aquí, a Escocia. – dijo doblando nuevamente el mapa – Creo que están buscando alguna cueva o lugar donde esconderlo mientras se va incubando. Necesitaran un sitio cálido y bajo tierra, los dragones no suelen dejar sus huevos al descubierto. Podrían usar fuego para mantenerlo caliente. Pero de momento es lo que sé.

Todos miraban a Bill con concentración y seriedad. Sabían que era uno de los mejores magizoologos que el ministerio tenía actualmente, y conocía perfectamente los dragones, los había estudiado desde muy joven. Todas sus costumbres, sus detalles, y sobre todo como anidaban. Algunos aun recordaban el torneo de los tres magos que se había celebrado unos años atrás en el cual los participantes se debieron enfrentar a varios dragones para conseguir un huevo dorado. Fue Bill quien consiguió los ejemplares y los trasladó desde los lugares más recónditos del mundo para que pudieran estar en el torneo a tiempo.

-¿A qué tipo de dragón nos estamos refiriendo? – pregunto Nuria mirando a Bill

- Un colacuerno Húngaro – dijo Bill sin mirarla. Todos se quedaron en un completo silencio y él levantó la vista para recorrer las caras del grupo, en todas había una mezcla de incertidumbre y sobre todo miedo. Ya lo habían visto en el torneo de los tres magos, soltándose de las cadenas que lo ataban para evitar que atacara a los espectadores de la prueba, y destruyendo todo lo que se ponía en su camino para intentar comerse a uno de los participantes. El tejado de una de las torres requirió una reparación casi completa después de la visita de aquel monstruo alado.

-Si los mortifagos consiguen que el huevo eclosione, podrían soltar a esa bestia en unos meses en cualquier ciudad y causar estragos- dice Bill cruzado de brazos y mirando a los ojos a sus compañeros que le devolvieron una fría mirando que indicaba que sabían lo que podría pasar si otro de esos dragones quedaba suelto en una ciudad Muggle, causaría destrucción y muerte lo cual era algo impensable para ellos.

-Tenemos que encontrarlo antes de que lo consigan – dijo Edu poniéndose en pie y mirando a Bill con el ceño fruncido.

-Apenas sabemos por dónde empezar – le respondió

-Si sabemos que deben esconder el huevo hasta que pueda eclosionar – empezó a decir Nuria- tendrían que utilizar una cueva como ha dicho Bill, podríamos investigar la zona para ver si conseguimos averiguar si hay alguna mina abandonada o alguna sima o similar.

-Tal vez las gentes de la zona lo sepan- dijo Miller

- Pero tenemos que ir con precaución, hemos atacado a un carroñero y rescatado a una prisionera – dice Angel mirando a Fleur que asiente- Muy seguramente quieran intentarlo de nuevo y puede que ahora vengan otros carroñeros o incluso algún mortifago.

Todos asienten y se miran unos a otros con cara de preocupación, sabían que es una posibilidad tan cierta que podría llegar a ocurrir en cualquier momento, deberían reforzar los hechizos de protección y tener en cuenta una posible ruta de huida y un nuevo lugar donde esconderse en caso de que los mortifagos atacasen el castillo.

Empezaron a recorrer las habitaciones y revisar los hechizos de protección, y recogiendo las cosas que estaban repartidas por las mismas y dejarlas todas juntas en la cocina por si tenían que salir con prisas de la casa. Prepararon pequeñas raciones para el posible viaje con carne seca, verduras y legumbres que se podían preparar en una hoguera con agua. Intentaron aligerar al máximo sus mochilas para no llevar nada que no pudiera servir o pesara demasiado y utilizaron el encantamiento reductor en la tienda de campaña para poder guardarla en el saco que Molly les había dejado, sería más ligera y fácil de llevar en caso de huida. Pasaron gran parte del día con los preparativos y apenas se habían dado cuenta d que la noche ya escaba cubriendo con su oscuro manto la región, trayendo consigo una fina lluvia con gotas como alfileres que golpeaba las ventanas y hacía sonar los canalones de metal oxidado que recorrían los tejados. La vieja estatua de la fuente pronto quedó como su alguien la hubiera sumergido en un profundo rio y luego sacado para que se secará con el viento de la noche. En contraste con el gélido jardín, cubierto por el agua y sacudido por las rachas de viento congelado que sacudían las ramas, arrastraba las hojas sueltas y que se colaba a través de los rotos ventanales; la cocina estaba calentada por el fuego que ardía en el hogar de metal donde se cocinaba la cena y reforzado por la vieja chimenea que secaba las capas de viaje de los chicos que habían revisado por última vez los jardines antes de refugiarse en el interior.

Bill y Fred revisaban un viejo pergamino tras otro de los que había en el antiguo despacho del castillo, en él hallaron mapas, libros y algunos documentos relativos a las cuentas que debía llevar alguno de los secretarios del señor del castillo. Casi todos hacían referencia a tabaco, grano, cabezas de ganado y lo que parecía algún tipo de yacimiento minero.

-¡Eh! Mirad esto. - dijo Fred – En estos viejos documentos se menciona una vieja mina de cobre y estaño que el señor debía tener comprada en algún lugar de la región. Según parece daba grandes beneficios, y tenía sus oficinas centrales en Edimburgo.

Bill miró a su hermano y pudo ver el escudo de armas que había grabado en la madera de las grandes puertas de entrada al castillo y recordó haberlo visto en uno de los libros que tenían sobre la mesa, empezó a mover pergaminos y otros volúmenes buscando. Por fin sacó un gran libro alargado con cubierta verde y unas grandes letras color plata en la portada enmarcadas por sendos cuadrados en color oro que ponía “MacKenzie Mining Company” y lo puso sobre todos los demás ejemplares y papeles para abrirlo. En el interior vieron números, cuentas y también una dirección.

-Oficina de la calle Clerwood Terrace numero 28, Edimburgo, Escocia- leyó Bill en voz alta.

- Si los dueños de este castillo tenían una mina en la zona, podrían tener el registro de esta en ese lugar- dijo Nuria

- Y tal vez un mapa que indique donde se encontraba- dijo de pronto Miller.

- Podrían estar ocultado el huevo en ella, de ahí que los carroñeros estén por la zona – afirmó Bill mirando a los ojos a sus compañeros.

- Bueno, pues mañana nos tocará hacer un viaje a Edimburgo – dijo Edu

Todos asintieron y sonrieron. Al fin tenían una pista con la que poder empezar a buscar aquel huevo de dragón desparecido. Aparataron el libro para tenerlo a mano y poder consultar algo Dejaron el gran libro de cuentas en la encimera de la cocina por si era necesario y despejaron la mesa para poder tomar las lentejas con carne que había preparado Nuria; todos los pergaminos y libros fueron llevados de nuevo al despacho por Miller y Edu, que aprovecharon el hechizo levitador para no tener que ir cargados con todo aquello, lo dejaron mas o menos ordenado en las estanterías y regresaron al cocina, el resto ya estaba sentado a la mesa cuando los dos ocuparon las sillas que quedaron vacías y comenzaron a comer con ganas. Bebieron agua y tomaron frutas de postre, no era nada del otro mundo, pero les hacía sentirse llenos y reconfortados. Aquella noche debían descansar y estar dispuestos para el viaje de mañana, ambas parejas se retiraron a dos habitaciones del fondo del pasillo, donde podrían estar a solas. Los otros chicos se buscaron una de las salitas que había junto a la cocina y allí apartaron los viejos muebles y colocaron los sacos de dormir para poder descansar, decidieron que lo harían sobre una de las grandes alfombras, así al menos el suelo sería algo mas blando. Entre los tres se fueron turnando para vigilar y estar alerta en caso de que algún carroñero decidiera investigar el castillo. Miller hizo la última guardia ya de cara a la madrugada y el amanecer, recorrió los oscuros pasillos de la planta baja del castillo usando el hechizo Lumos como una especie de linterna y poder iluminarse. Pudo ver algunos viejos cuadros de los que podrían ser los señores de aquel castillo pintados en un gran lienzo que se encontraba al lado de la escalera labrada en piedra había un hombre de pelo castaño y rizado alto e imponente de pie junto a una gran silla con respaldo en la cual se sentaba una bella mujer de pelo negro y liso y un gran vestido de color verte. El hombre iba vestido con una camisa blanca, una chaqueta de color verte oscuro con una especie de bolso de piel que descansaba sobre una falda de cuadros verdes y grises. Miller los observó durante un largo rato y luego siguió recorriendo el pasillo que le llevó de vuelta a la sala cerca de la cocina donde sus amigos dormían. Se sentó en una silla en el marco de la puerta para poder tener vigilado el pasillo y la ventana que había en la sala y que habían tapado con unas viejas y grandes cortinas de color verde oscuro, para evitar que entraran el frio por uno de sus cristales roto.

El tímido sol despuntó por encima de la musgosa pared de piedra del jardín y fue subiendo poco a poco en el firmamento vespertino y colándose con sus tibios rayos por las ventanas y las rendijas que había en las puertas de entrada. Poco a poco cubrió toda la finca y con ello el castillo, bañando con su luz los tejados y haciendo brillar las gotas de lluvia que aún cubrían el amarronado césped del jardín y caían por los cristales de las ventanas, como pequeños diamantes que se deslizaban con calma hacía un suelo de piedra, hierba y hojas.

Nuria abrió con calma la puerta de la habitación y se encontró a Miller en la silla en la cual había pasado parte de la noche vigilando el pasillo, tenía las ojeras marcadas y una mirada fría y seria mirando en dirección a la puerta de entrada y con la varita en una de sus manos cruzadas sobre el pecho. Estaba más acostumbrada a verle algo más relajado, pero sabía que todo aquello estaba poniendo a prueba al joven. Un poco mas alto y fuerte que sus compañeros casi parecía un hombre de treinta y muchos años que un estudiante de 18 años, ella sabía que pasaba sus veranos con sus primos muggles trabajando en una granja y estudiaba algo de aquello que llamaban artes marciales, porque como él le había dicho en una ocasión le hacía sentirse más preparado y le ayudaba a concentrarse a la hora de preparar sus hechizos y encantamientos. La verdad es que lo había visto progresar mucho en los últimos años, sus hechizos mejoraban y estaba muy cerca de los primeros de la clase, las pociones se le daban mejor que la mayoría y a menudo sentía que se iba a convertir en un gran auror como él deseaba. Posó su mirada en el joven que escudriñaba el pasillo y luego la vio y la dedicó una cansada sonrisa.

-Hola. ¿Has descansado? - le preguntó Nuria casi susurrando

-Si, me ha tocado la última guardia, así que he podido descansar antes que los demás – le dijo el muchacho poniéndose en pie y acercándose un poco a ella. – ¿Aún duerme Fred?

- Si, me he despertado un poco antes para poder hacer el desayuno- le dijo ella

- Te ayudo, así podré tomar un café y despejar un poco- le contestó Miller y ambos se encaminaron a la cocina.

Una vez allí Nuria apuntó con la varita a la puerta abierta del hogar de metal y dijo

-Incendio

Una llama salió de la punta de su varita y las maderas que aun estaban dentro empezaron a arder con unas fuertes llamas, luego con otro movimiento cerró la puerta y vio a Miller hacer lo mismo con la chimenea y pronto empezaron a notar el calor en la cocina. Entre los dos pusieron a tostar algo de pan en una sartén, a hervir té en la tetera y sacaron la mermelada que les quedaba, y algo de fruta suelta en un bol de madera. Empezaron a colocar las cosas por la mesa. Tazas, cubiertos y platos bailaban en el aire mientras se movían desde la encimera a la mesa. Bill y Fleur aparecieron por la puerta y les dieron los buenos días, para luego sentarse en la mesa, al poco apareció Fred y luego Edu y Angel. Una vez todos estuvieron sentados a la mesa Nuria y Miller se sentaron con ellos y empezaron a desayunar con calma.

-Nos dirigiremos a las afueras de la ciudad, una vez allí intentaremos buscar el edificio y ver que podemos averiguar- dijo Bill haciendo levitar su plato a la pila.

-Me parece una buena idea. – dice Miller- Usaremos ropas muggles para pasar desapercibidos entre la gente.

Todos se levantan y los platos van con calma hasta la pila, donde se empiezan a fregar por el cepillo y luego se colocan boca abajo para secarse en el trapo que tienen puesto en la parte izquierda de la pila. Se dirigen a las habitaciones para buscar ropa que puedan utilizar para hacerse pasar por gente normal en la ciudad. Fleur utilizó un vestido de color gris con vuelo y una chaqueta a juego, Nuria se puso unos vaqueros con una camisa de cuadros que le había quitado a Fred con una chaqueta de piel, Miller utilizó el mismo traje de tres piezas de color azul con rayas grises y el chaquetón, Fred se vistió con unos pantalones de traje una camisa azul y una chaqueta a juego con los pantalones, Edu y Angel imitaron a Miller y aprovecharon los trajes de tres piezas y los chaquetones. Una vez todos estuvieron vestidos y listos para viajar salieron al rellano de las escaleras del jardín y se miraron unos a otros y asintieron. Nuria y Fred se cogieron de la mano; Bill y Fleur les imitaron, las dos parejas se desaparecieron con un fuerte crac y los tres chicos se juntaron para que Angel hiciera lo mismo.

Les esperaba la ciudad mas grande de todo Escocia y allí estaban esperando poder encontrar respuestas y al menos tener una ruta que seguir y poder encontrar el huevo de dragón robado. Girando sobre si mismos en aquel espacio como una tubería les llegaba el olor de la lluvia y podían sentir la presencia de los que les rodeaban. Calles, coches, aceras y farolas empezaron a aparecer cuando la velocidad se redujo y sus pies tocaron el suelo.  La ciudad de Edimburgo se alzaba delante suyo con los sonidos de una gran urbe retumbando en sus odios. Y aunque el sol estaba en lo alto de un cielo con nubes, el viento frio les golpeaba la cara y las manos, al menos Escocia sabía como dar la bienvenida a sus visitantes.

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