La celebración

El grupo había regresado con éxito a la seguridad de su castillo, el viejo y descuidado edificio con sus cuatro torres, sus paredes de piedra comidas por el musgo y la suciedad, sus tejas de color negro y su verja de metal oxidada y descolorida; parecía estar esperando su regreso. El crac de la aparición llenó el rellano de piedra con cinco escalones que llevaban a las grandes puertas dobles de madera labrada con aquel escudo de armas en ellas. Allí de pie frente a ellas se miraron unos a otros, y luego desviaron la mirada hacia Bill que sostenía en sus manos aquel huevo de forma cónica y color como el carbón salpicado con motas de color verde esmeralda aquí y allí. Lo llevaba en sus brazos protegidos por unos largos guantes de cuero marrón con tachuelas metálicas en el dorso de la mano. Este sonreía satisfecho, todo había salido relativamente bien y solo con unas heridas superficiales que Ángel se ganó, pero la aprendiz de sanadora Nuria pudo hacerse cargo sin mayores dificultades.
Fleur se giró hacia la puerta y moviendo su varita dijo.
-Aperto!
La puerta se abrió con un quejumbroso chirrido que resonó en el largo pasillo, que empezaron a recorrer todos con calma y sonriendo a medida que sus pisadas llenaban las viejas estancias de nuevo con el sonido fresco del caminar de sus ahora temporales inquilinos. La cocina estaba tal y como la habían dejado al partir hacia la capital de Escocia. Miller encendió la hoguera con la varita y Nuria empezó a sacar platos y ollas para poder hacer la comida, aún era pronto pero así podría dejarlo todo preparado para cuando llegará la hora de sentarse a llenar el estómago. Mientras Edu y Ángel dejaban las cosas en la sala que había cerca de la cocina, Bill salió para poder usar la chimenea del salón y poder contactar con su hermano Charlie e indicarle donde poder recoger el huevo. Miller y Nuria se juntaron en la cocina y Fred y Fleur salieron al jardín para trasladarse al pueblo y comprar más víveres, aún les quedaba dinero muggle que poder utilizar antes de tener que buscar una sucursal de la banca mágica y cambiar moneda. No obstante la lista que les había hecho Miller con ingredientes era bastante simple, así poder evitar gastos innecesarios, necesitaban cada billete y moneda para poder seguir comerciando con los pueblos cercanos. Fleur y Fred salieron por la doble puerta y bajaron los escalones de piedra, recorrieron el jardín y sobrepasaron la fuente que aún tenía algo de agua de las lluvias de los días anteriores, una pareja de pájaros de pequeño tamaño bebían despreocupados de este agua, sin embargo el crac de la desaparición les espantó y salieron volando con su batir rápido de alas se perdieron entre los árboles del final de la verja.
-¿Qué tienes pensado para comer hoy? - le preguntó Nuria a Miller viendo que el muchacho sacaba su pequeño cuaderno de notas y repasaba apoyado en la mesa con ambas manos las recetas que tenía escritas a mano.
-Podría hacer algo de sopa de fideos, con carne y especias, terminaré las pechugas de pollo que conseguimos ante ayer  y si Fred me trae los ingredientes prepararé un rico Strudle para el postre.- dijo el muchacho rascándose la incipiente barba que empezaba a tener.
-Me parece un buen menú- dijo Edu que entraba por la puerta junto con Ángel.
- Pues te ayudaré. Así practico algo más mi cocina.- le dijo ella sonriendo.
Miller dejó el cuaderno en la encimera y se remangó para sacar la varita y apuntar con ella a una olla que se movió hacia el hogar de metal donde ya ardía un fuego que Nuria había preparado con previsión. Moviendo la varita ambos empezaron a llevar el agua y los ingredientes a la olla con, Miller revisaba una y otra vez las cantidades no quería pasarse o quedarse corto, tenía mucha experiencia pero siempre era cauto por si algo pudiera fallar. Nuria le miraba con atención, su amigo siempre la enseñaba con calma para que pudiera aprender, le hacía mucha ilusión tenerle allí con ella, sabía que su amistad podría superar cualquier cosa y además le había prometido a su novia Chiara que se lo devolvería sano y salvo.
Bill entró en la cocina y miró a los dos cocineros y sonrió.
-He avisado a Charlie, por suerte estaba en su casa esperando que contactara con él- dice sentándose en la mesa.
-Estupendo, ¿qué te ha dicho?- preguntó Nuria mirándole
-Que mañana estará aquí con un equipo de magizoologos para llevarse el huevo lo más discretamente posible- le dice Bill apoyándose en el respaldo de la silla.
-Debemos estar atentos hasta entonces- dice Angel mirando a Bill con el ceño fruncido- Esos malnacidos podrían intentar averiguar donde estamos.
-Podria ser. Reforzaremos los hechizos de protección- dice Miller sin dejar de mirar los ingredientes- Y mantener la guardia alta.
La cocina seguía preparándose mientras los chicos hablaban de hechizos de protección, posibles trampas con encantamientos y como hacer los turnos de las guardias y poder estar en disposición de defender el Castillo si les atacaban. Poco a poco el aroma de la cocina caliente y recién preparada lleno toda la cocina y los chicos arrugaban la nariz disfrutando de aquella sensación. Miller y Nuria movían las varitas con fluidos movimientos para que los ingredientes terminaran de mezclarse y cocinarse en la olla que descansaba en la chapa de metal del hogar. Nuria se giró hacia una de las alacenas y apuntando con la varita los platos y vasos que reposaban allí levitaron con gracia hasta la mesa y se colocaron delante de las sillas, luego hizo lo mismo con los cubiertos que se colocaron a los laterales de los platos y finalmente unas pequeñas servilletas que se dejaron caer en la cabecera de cada plato.
-Os ha quedado muy pulcro- dijo la voz de Fred que acababa de llegar por la puerta con Fleur. Dejaron las bolsas de tela que llevaban sobre la encimera y a los pies de la misma y se sentaron en la mesa, no si antes de que Fred abrazara a Nuria y le diera un beso en la mejilla, cerca de la comisura de los labios. Ella lo miró totalmente embelesada y Miller la despertó con un carraspeo sutil que hizo que la chica girara la cabeza hacia el chico quien la miraba sonriendo.
-Acabemos de servir la comida antes de que os toméis el postre- dijo el muchacho riendo
Ella le dio un codazo en el hombro y se sentó en la mesa junto a su marido que charlaba con su hermano Bill.
La comida fue amena, charlaron sobre las ganas que tenían los jóvenes magos de poder regresar a Hogwarts y volver a reunirse en sus pasillos y patios con los sus compañeros de clase; poder repasar los libros en la quietud de la biblioteca, siempre bajo la vigilancia de la señora Prince, la bibliotecaria. Bajar a comer al gran comedor y sentarse en la mesa de su casa  y charlar amigablemente con otros alumnos de las otras casas del colegio sobre los partidos de Quidditch entre las casas. Poder bajar al pueblo de Hosgsmade a disfrutar de una cerveza de mantequilla en el pub Las Tres Escobas, escuchando las historias de la señora Rosmerta y ver a Hagrid intentar sentarse en las sillas sin romperlas. Nuria echaba de menos especialmente hablar con el profesor Slugort sobre pociones, podían pasar horas charlando sobre los efectos de la amortentita o de cómo conseguir destilar una decente poción de muertos en vida. Miller quería regresar para asistir a encantamientos con el profesor Flitwick y Edu igual. Ángel quería seguir mejorando en defensa contra las artes oscuras con el jefe de su casa el profesor Snape.
Bill se reía con ellos recordando sus tiempos en la escuela intentando mejorar para poder ser un buen rompe maldiciones, después el enfrentamiento con Greyback le dejó la cara llena de cicatrices y a pesar de que seguía conservando su gran poder mágico, se sentía más cohibido por sus cicatrices, Fleur le animaba diciéndole que para ella siempre sería bello y que había mucho más en él que solo una cara hermosa. Todos les miraban sonriendo, estaban como si nada de aquellos oscuros acontecimientos hubieran sucedido, como si la tenebrosa sombra de los mortifagos no volará ya sobre sus cabezas. Podían darse aquellos pequeños lujos y reír, charlar y disfrutar del tiempo libre que tenían ahora. Sabían que dentro de nada tendrían que volver a ponerse en marcha, seguir dando problemas a los carroñeros y así conseguir que al menos un parte de aquellos se centrara en ellos y no en la importancia de la misión que llevaban a cabo Potter y sus amigos, donde quería que estuvieran. Pero sabían que era un encargo del mismísimo Dumbledore el mago más poderoso de aquellos tiempos, posiblemente de todos los tiempos; y por esa razón era tan importante que al manos aportarán ese grano de arena a la batalla que estará por libarse contra el señor tenebroso tus esbirros. Si al menos podían hacer aquello, se sentirían un poco más cerca de ayudar a sus amigos y al director.
Miller se puso en pie mientras el resto seguía hablando de recuerdos del colegio y con un suave golpe de varita empezó a llevar platos, vasos y cubiertos a la pila, señaló el cepillo con mango de madera que estaba apoyado en el grifo.
-Fregotego- dijo y el cepillo empezó a limpiar los vasos y platos.
Luego movió de nuevo la varita y llevo la bandeja con el struddle al centro de la mesa, para que todos pudieran servirse un pedazo en los platos pequeños que ahora se movían de la alacena a la mesa, las cucharillas aún estaban en cada sitio. Hizo unos precisos cortes en el pastel y dejó que cada cual se sirviera el suyo, luego acercó la tetera al hogar para hervir agua para un té. Miró de nuevo a la alacena donde estaban las tazas y las bajo con la mano para dejarlas en la encimera. El resto estaba hablando ahora sobre las manías que solían tener los profesores de colegio. Al poco la tetera expulsó el vapor con su clásico silbido y Miller la hizo levitar sobre las tazas para verter su contenido en ellas. Las repartió por la sala y se quedó apoyado en la encimera y miró a sus compañeros son una lánguida sonrisa en los labios.
Poco a poco la tarde empieza a llegar y deciden recoger la cocina y empezar a preparar las defensas para la noche, saben que les lleva mucho tiempo, así que preferían ponerse con tiempo suficiente y poder revisarlas a lo largo de la noche. Nuria iba de una habitación a otra lanzando un encantamiento de detección en las ventanas, de tal manera que si alguien las abría, ya fuera de forma normal o con magia, sonaría un grito en todo el edifico y estarían prevenidos. Al pasar nuevamente por el pasillo para ir de la última de las salas, vio a Fred hablando con Miller cerca de las puertas de entrada. Hablaban muy bajo pues apenas podía oírles, pero se fijó que Miller le miraba pensativo y luego se rascaba la barba, le dijo algo más a Fred y este asintió con firmeza, luego salió por la puerta y Miller se giró hacia la cocina, ella se ocultó tras la puerta de la sala a la que se dirigía y esperó a que su amigo pasara de largo. Se quedó pensativos para durante un rato y luego negó con la cabeza y siguió con los encantamientos de aviso. 
Pasó un rato largo sin ver a Fred así que decidió acercarse a la cocina para preguntarle a Miller
-¿Has visto a Fred? - le preguntó mientras se sentaba en una de las sillas.
-Ha ido al pueblo, le he pedido unos ingredientes- dijo Miller despreocupado revisando su libro de recetas.
-¿Algo especial para la cena?- dijo ella sonriendo 
-No, que va. Pero necesitábamos más provisiones y yo aún no puedo aparecerme - le dijo mirándola. Ella se quedó callada y luego se levantó y salió al pasillo, Edu y Ángel estaban sentados en las escaleras de madera que subían al primer piso charlando y al verla parecía que cambiaban de tema.
-Hola chicos- les saludó ella- ¿Todo listo? 
-Tenemos la planta superior cubierta, si alguien entra por ahí lo sabremos enseguida. - dijo Edu algo distraído. 
Parecía que sus amigos la ocultaban algo y paso el resto de la tarde en la sala de té intentando no pensar que pudiera estar sucediendo algo con Fred que sus amigos no quisieran que supiera, pero no podía ser así ellos se lo dirían enseguida si algo no iba bien, o si pasara algo inadecuado. Miraba al infinito por la ventana y sentía que una tristeza la corroía por dentro, aquel nudo en la boca del estómago que hacía que quisiera llorar y gritarles a sus amigos. No supo cuánto tiempo sostuvo una vacía taza de té mientras la tarde se oscurecía y se llenaba de oscuras nubes que  amenazaban tormenta. 
Una lejana voz la llamó pero ella seguía absorta por completo, sintió una lágrima correr por su mejilla y escuchó de nuevo aquella voz; parecía Miller que la estaba llamando para la cena. 
Se puso en pie con desánimo y desgana, no le apetecía nada tener que estar rodeada de la gente que la ocultaba algo, pero se dejó llevar por el pasillo hasta la luz de la cocina, se apoyó en el marco de la puerta y suspiró, cogió aire con fuerza y se dispuso a entrar.
Lo que vio allí la dejó sin habla. Fred estaba de pie al lado de la mesa con una camisa blanca, unos pantalones de traje oscuros y un chaleco a juego, tenía puesto un paño de colores chillones en el brazo derecho, como si de un camarero se tratase, la mesa estaba iluminada con dos velas que rodeaban una gran olla de cerámica blanca y verde con un guiso de verduras con carne, setas y una salsa que olía dulce. Solo había dos platos, dos vasos y sendos juegos de cuchillo, cuchara y tenedor a ambos lados de cada plato.
-Se que no es el sitio as romántico para nuestro segundo mes de casados, pero he hecho todo lo que he podido. - le dijo el chico sonriéndola de oreja a oreja  
Ella le devolvió la sonrisa y corrió a abrazarlo tirando el paño al suelo. Se fundieron en un largo y apasionado beso y luego él la miró a los ojos.
-Eres ahora y siempre la estrella que guía los pasos de mi vida, eres mi faro en la oscuridad de un mundo plagado de peligros y la fuerza que hace latir mi corazón.
-Ohh Fred, había olvidado tu capacidad romántica. Ahora y siempre seré tu luz para que sigas volviendo a mi, al calor de los brazos y el dulzor de mis labios que te pertenecen.
Volvieron a besarse y él le hizo una exagerada reverencia y le indicó una silla con la mano, luego ella se sentó y él la acercó a la mesa.
-Pero, ¿dónde están los demás? - preguntó ella mirando toda la cocina.
-Han salido a cenar, pero tranquila están muy cerca- le dijo él empezando a servir la comida.
-Que buena pinta tiene esto. Pero no veo nada de postre.
-El postre está aquí mismo- dijo él señalando un collar en forma de corazón con el ojo de una llave en el medio y abriendo la mano le enseño una pulsera con una llave diminuta atacada con una cadena, parecía de plata y labrada a mano.
Ella le miró con sorpresa.
-Este colgante es mi corazón, cerrado solo para ti y esta pulsera lo abre- y le pone en la muñeca derecha la pulsera - esta llave es tu amor, y solo este puede abrir mi corazón.
Ella no pudo evitar llorar de felicidad y él la abrazó y la volvió a besar.

-¿Has puesto el encantamiento Mufliato en su habitación? - Miller sentado en una sala de estar pequeña y con muebles de madera como los que se usan en un campamento miraba a Edu
-Si, espero al menos que sea efectivo si nos atacan en mitad de la noche- este sentado enfrente comía con avidez un sándwich 
El resto del grupo se había instalado en el jardín, habían despejado una zona mediante algunos hechizos y habían instalado la tienda de campaña, en cuyo interior había espacio para diez personas. Las salas estaban separadas por cortinas de gruesas telas, menos la sala que estaba en el centro y era desde donde se accedía al resto de estancias, como habitaciones, cocina y un pequeño vestidor. Todos estaban en la sala central sentados en dos bancos con las patas de hierro y los asientos de madera, al rededor de una mesa de iguales características. Miller había tenido tiempo para preparar unos cuantos sándwiches, unos flanes y algo de verdura que había cocinado en la pequeña cocina. 
-Al menos ellos cenarán algo más contundente- dijo Fleur sonriendo
-Ha sido complicado hacer las dos cenas, pero se lo merecen- dijo Miller sonriente.
La noche dejo paso a una mañana despejada, aunque el viento trajera frío en sus lamentosos quejidos. La tienda de campañas de color ocre estaba cubierta de gotas de rocío y parecía brillas bajo el tibio sol de la mañana. Dentro de la tienda Miller ya estaba despierto y preparaba el desayuno en la pequeña cocina, el olor que llenaba la estancia hizo que el resto de moradores saliera de sus habitaciones y empezara a reunirse en la mesa de patas de metal, ocupando los mismos sitios de la noche anterior. La última en aparecer fue Fleur que ya estaba vestida y peinada, a su lado su marido parecía que se acabara de duchar y su pelo estuviera descolocado. Ángel y Edu no estaban mejor y sentados juntos, conversaban sobre las finales de Quidditch, que se llevarían a cabo en otros tres años en Francia.
Miller sirvió el rico desayuno con gofres, mermelada de fresas, y café, al parecer el té se había terminado la noche anterior, pero nadie pareció quejarse.
De pronto un crac se escuchó fuera de la tienda y todos se levantaron a la vez, varita en mano y preparados para lo que pudiera pasar. Miller hizo un gesto a Bill que le devolvió un gesto de afirmación con la cabeza y corrieron las cortinas de entrada a la tienda.
-!Charlie¡ - grito Bill al ver a su hermano que estaba de pie en medio del jardín con otros cuatro hombres con gabardinas marrones.
-Hola Bill, creo que tienes algo para nosotros- dijo este en tono muy serio.
-Si, así es. ¿Qué sucede?- dijo este mirando con el ceño fruncido a su hermano.
-Veo que aquí estáis desinformados por completo- dijo este con expresión muy seria- Albus Dumbledore ha muerto.
Todos se quedaron muy callados y el rostro mostró el profundo dolor y la increíble sorpresa que acaban de recibir, como si les hubieran golpeado con un mazo en el estómago, Fleur ahogó un grito y Miller se dejó caer en el césped, ni siquiera notó que su varita había caído de sus manos. Edu se llevaba las manos a la cabeza y caminaba de una lado a otro, Ángel miró hacia otro lado y se cruzó de brazos. Bill miraba ceñudo a su hermano y veía en él la misma angustia y dolor que todos sentían ahora mismo.
-¿Muerto?- la voz de Nuria llegó desde la puerta del castillo, clara y fuerte.- No puede estar muerto. ¿Que ha sucedido?
Las lágrimas corrían por sus mejillas y se dejó caer de rodillas en el frío rellano de piedra mientras Fred intentaba agarrarla para que no cayera. 
El silencio cubrió el jardín por completo, y el viento parecía llorar con sus gemidos. Parecía que la tierra misma lloraba la muerte de Albus Dumbledore, como si notara que una parte importante de la esencia de la magia desaparecía de repente y dejará tras de sí un enorme vacío. Las lágrimas de Nuria se mezclaron con el rocío que persistía en las escaleras. Su grito de dolor rompió el silencio.

Comentarios